Una vez iniciado pueden acaecer varias situaciones. Recuerda, no
desespere. Una de las posibles tesituras en las que puede verse
envuelto es la siguiente: a Cristiano Ronaldo se le antoja volver a
pedir calma en territorio hostil. Si este hecho le provoca urticaria,
tranquilícese, quizás en la jugada posterior Ronaldinho haga un
eslalon desde el centro del campo con la tranquilidad con que un
emperador entraba por un arco saludando a sus esclavos. En el caso de
que Raúl Blanco marque el empate a dos en el tiempo de descuento y
se lleve el dedo índice a sus labios sellados, no piense que debe
callar, en cualquier caso deberá abrazarse a la persona de al lado
o, por el contrario, deberá increpar a la pantalla del televisor
como al conductor que estuvo a punto de atropellarlo en un paso de
cebra. Considérese en la misma situación si Geovanni marca también
cuando el partido da un respingo y hace tres cortes de manga al
público. Si Luis Enrique está en el banquillo dando instrucciones a
todos los jugadores menos a Messi, no se sorprenda si en cualquier
momento marca un gol y va a restregárselo a la grada madridista
estirando la camiseta del Barça hasta decolorarla. También puede
ser que la burla vaya dirigida a la grada blaugrana y que esta vez la
camiseta que pierda textura sea la del equipo blanco. Depende del
minuto en que circule el enfrentamiento. Asimismo, aunque Zidane esté
en el área técnica, sepa que es capaz de meter un gol por la
escuadra que dé el pase a la Final de la Champions en el partido de
ida, y que incluso puede alegar que sentenció rápido porque
necesitaba ingeniar uno de los goles más increíbles del deporte.
Rivaldo es muy asiduo a marcar cuando el aceite está más caliente,
así que no lo pierda de vista. Bien es sabido que Messi puede
estigmatizar a Mourinho tras asistencia de Afellay, y en la jugada
siguiente puede otear el horizonte, mientras hace quiebros y avanza
despacito por el campo como usted cuando intenta barrer el hilillo de
polvo del salón. La diferencia es que el argentino va a apuntillar
al Real Madrid sin ni siquiera moverse. Quizás Ronaldo pueda
parecerte a James Gandolfini, en ese caso, desconfíe, va a recibir
un pase en profundidad y va a hacer una carrera tan perfecta que va a
lesionar a Thiago Motta. Cuando esté enfrente de Valdés, va a
picarla, sonriente, como diciéndole a sus compañeros «yo
sé hacer estas cosas, chicos».viernes, diciembre 02, 2016
Una vez iniciado pueden acaecer varias situaciones. Recuerda, no
desespere. Una de las posibles tesituras en las que puede verse
envuelto es la siguiente: a Cristiano Ronaldo se le antoja volver a
pedir calma en territorio hostil. Si este hecho le provoca urticaria,
tranquilícese, quizás en la jugada posterior Ronaldinho haga un
eslalon desde el centro del campo con la tranquilidad con que un
emperador entraba por un arco saludando a sus esclavos. En el caso de
que Raúl Blanco marque el empate a dos en el tiempo de descuento y
se lleve el dedo índice a sus labios sellados, no piense que debe
callar, en cualquier caso deberá abrazarse a la persona de al lado
o, por el contrario, deberá increpar a la pantalla del televisor
como al conductor que estuvo a punto de atropellarlo en un paso de
cebra. Considérese en la misma situación si Geovanni marca también
cuando el partido da un respingo y hace tres cortes de manga al
público. Si Luis Enrique está en el banquillo dando instrucciones a
todos los jugadores menos a Messi, no se sorprenda si en cualquier
momento marca un gol y va a restregárselo a la grada madridista
estirando la camiseta del Barça hasta decolorarla. También puede
ser que la burla vaya dirigida a la grada blaugrana y que esta vez la
camiseta que pierda textura sea la del equipo blanco. Depende del
minuto en que circule el enfrentamiento. Asimismo, aunque Zidane esté
en el área técnica, sepa que es capaz de meter un gol por la
escuadra que dé el pase a la Final de la Champions en el partido de
ida, y que incluso puede alegar que sentenció rápido porque
necesitaba ingeniar uno de los goles más increíbles del deporte.
Rivaldo es muy asiduo a marcar cuando el aceite está más caliente,
así que no lo pierda de vista. Bien es sabido que Messi puede
estigmatizar a Mourinho tras asistencia de Afellay, y en la jugada
siguiente puede otear el horizonte, mientras hace quiebros y avanza
despacito por el campo como usted cuando intenta barrer el hilillo de
polvo del salón. La diferencia es que el argentino va a apuntillar
al Real Madrid sin ni siquiera moverse. Quizás Ronaldo pueda
parecerte a James Gandolfini, en ese caso, desconfíe, va a recibir
un pase en profundidad y va a hacer una carrera tan perfecta que va a
lesionar a Thiago Motta. Cuando esté enfrente de Valdés, va a
picarla, sonriente, como diciéndole a sus compañeros «yo
sé hacer estas cosas, chicos».Publicado el viernes, diciembre 02, 2016 por La enfermedad de las Turas
jueves, noviembre 17, 2016
La Lotería de Navidad se ha
propuesto no dejarnos descansar de la desdicha social ni siquiera en
los anuncios. Antes, al menos, su publicidad iba destinada a irradiar
felicidad y magia. Eran reclamos tiernos, un artificio que el publico
se alegraba de ver. Eran, en definitiva, lo que se espera de la
Navidad. Estos elementos se han sustituido por cortometrajes donde el
único fin es la llorera, pero además, lo hacen de la forma más
ruin posible, utilizando la ilusión de un obrero cualquiera o de una
anciana preocupada por su hogar. Una sensiblería barata que, de
todas formas, funciona, porque el público ya se ha acostumbrado a la
compasión que tantos y tantos años lleva vendiéndonos la
televisión, a llamar solidaridad a lo que es caridad, al hecho de
que tan sólo la suerte repartida un día al año será capaz de
sacarnos la cabeza por el balcón para que respiremos. Yo no he
llorado con el anuncio de la Lotería. Es más, he sentido un poco de
vergüenza ajena ante esa estampa costumbrista y pueblerina llena de
estereotipos manidos, con el joven enganchado al móvil tratando mal
a la abuela, incluso cuando pide colaboración a sus vecinos se
resigna ante la locura de la anciana. Tampoco me gusta la
condescendencia del pueblo. Es irreal, gris y obsoleta, porque la
sociedad en la que vivimos, sea en Villaviciosa o sea en Barcelona,
es egoísta de por sí, por lo tanto, no me creo nada de lo que
sucede en él. Llámenme insensible, pesimista o agorero si quieren
cuando lean este artículo. Quizás toda la culpa de mi visión hacia
él no la tenga ni el propio anuncio. A lo mejor me influye también
que toda la televisión se ha convertido en unos cuantos ejecutivos
codiciosos que exclaman cuando estrechan la mano del creativo: «¡Qué
lloren! ¡Qué lloren!».Publicado el jueves, noviembre 17, 2016 por La enfermedad de las Turas
viernes, noviembre 04, 2016
Hay dos puntos en la sociedad en
los que la mujer está siendo una víctima incuestionable, una
víctima sin defensa por ciertos clichés tan arraigados a los
habitantes españoles que parecen normales. Uno de ellos es el
maltrato. Estamos acostumbrados a él, a que aparezcan todos los días
noticias de mujeres asesinadas, de mujeres pegadas. Tan acostumbrados
que ya difícilmente son noticia. Cuando esto ocurre el
acontecimiento suele ocupar dos o tres minutos en el telediario y una
columnita en los periódicos. Una sacudida de conciencia en toda
regla. Sin embargo, cuando una mujer hace una denuncia falsa, se
presiona el botón rojo del escándalo inmediatamente, y toda España
entra en una espiral de debates sobre las ventajas que tienen
nuestras mujeres ante la justicia por ser mujeres, sobre qué pasa
con los hombres maltratados, sobre cuánto caso hay que hacerle a una
denuncia... Y el debate no sólo lo crea el ciudadano. Por ejemplo,
una mujer hizo una denuncia falsa hace poco y dijo que su pareja la
había maltratado poniéndole pegamento en la vagina. La mayoría de
telediarios ocupó algo más de tres minutos en aclararnos la
noticia, y El Mundo,
periódico conocedor de que sólo el 0,4% de las denuncias por
maltrato son falsas en el caso de las mujeres, creyó oportuno hacer
un reportaje a doble página con una foto bien grande de la falsa
denunciadora en el que se podía leer el siguiente titular: «La
mentirosa del pegamento».
Desconozco cuál era el objetivo de tan extenso reportaje. Lo que sí
tengo claro es que dándole voz a un suceso tan anecdótico en cuanto
al volumen de las verdaderas víctimas, se enfanga el debate, se crea
la opinión de que tampoco los hombres son tan malos. Y ese no es el
asunto. La cuestión es que cientos de miles de mujeres son víctimas
de un machismo aplastante cada año.Publicado el viernes, noviembre 04, 2016 por La enfermedad de las Turas
viernes, octubre 21, 2016
La estupidez es un arma que te
otorga la ignorancia, y si la lengua es el instrumento que se erige
en la discusión, los españoles hemos demostrado de sobra que somos
muy estúpidos. Esto que voy a intentar aclarar es algo muy manido y
que me produce mucho sosiego. A su vez, considero necesario no
olvidar el tema y sacarlo de vez en cuando a la intemperie, no vaya a
ser que a los hablantes españoles, y a los propios ceceantes, se les
olvide. Cecear no es hablar mal el español. El ceceo es una
característica fonética que viene determinada por la zona
geográfica en la que naces, al igual que la pérdida de la ese
implosiva -la ese final de sílaba-. Podríamos aburrirnos con la
cantidad de particularidades fónicas que nos ofrece el andaluz, pero
no es el caso. Lo que importa de veras es que se manipule, que se
haga creencia aquello de que porque no pronunciemos las eses no somos
capaces de ejercer bien nuestra lengua. Perdonen, pero no. Ni el
andaluz es la peor de las vertientes que se encuentra en el español,
ni España es el único país que ofrece distintas formas de hablar
una lengua.Publicado el viernes, octubre 21, 2016 por La enfermedad de las Turas
martes, octubre 11, 2016
Han leído bien, el rap ha sido
noticia en España. Este hecho hubiera sido difícil de imaginar por
aquellos chavales que, como yo, al inicio del año 2.000 debatían en
los parques sobre qué estilo dominaba España, si el estilo de
Zaragoza o el de Sevilla. Curiosamente, los dos implicados en la
disputa resultan ser de la escuela de Zaragoza, y ambos han formado
parte en mi imaginario del MC perfecto. Mi admiración hacia ambos ha
sido suma. Kase.O me ha parecido siempre el mejor letrista español
(ya cumplidos unos años, me cuestiono esta sentencia, pero la duda
sigue ahí), y Lechowsky me ha aportado en alguno de sus discos la
lírica y la templanza que requería en mis escuchas. Incluso quizás
haya grabado uno de los discos que yo siempre he querido grabar. Pues
bien, la situación es la siguiente: Rafael Lechowsky acusa de plagio
a Kase.O por su tema Basureta,
incluido en su último disco titulado El círculo.
Pero no reclama versos, sino el concepto de la canción. Al parecer,
Kase.O habría copiado al otro rapero zaragozano el rapeo llorado con
que se exhibe en el mencionado tema. Y, cómo no, Lechowsky lo
denunció a través de un comunicado.
Publicado el martes, octubre 11, 2016 por La enfermedad de las Turas
martes, julio 26, 2016
Tim «Siglo 21» Duncan, como el
genial Andrés Montés lo apodaba, ha sido el mejor jugador que he
visto usando el tablero. Si uno observa de lejos a Duncan, puede
pensar que es jugador de baloncesto por su altura. Lo demás que nos
ofrecen sus facciones es una persona ausente, taciturna, que está en
el mundo por estar. En resumidas cuentas, nunca pensaríamos que se
trata del mejor ala-pívot que haya parido una cancha. Duncan es el
baloncesto -perdonen que caiga en este tópico manido y redundante,
pero no se me ocurre otra sentencia para catalogarlo-. Si uno ve a
Duncan jugar, observa cómo utiliza todos los movimientos que nos
enseñaron de pequeños, con la diferencia de que él los ha usado
enfrentándose contra armatostes que se hacían aún más grandes a
golpe de pesas y de dólares, en el poco desdeñable periplo de 17
años.
Publicado el martes, julio 26, 2016 por La enfermedad de las Turas
viernes, julio 08, 2016
Hay una serie que veo ahora donde un pueblo costero alejado de Nueva
York es tan protagonista como los personajes que circulan en ella. En
The affair, Montauk extiende
sus brazos invisibles al cuello de sus habitantes. La asfixia parece
ser calmada cuando Alison, su protagonista, acude al mar en busca de
una música silenciosa que apacigüe tanto aullido. Pero el mar le
bufa, ladra, maúlla y se la come viva. No es un pueblo todo lo
apacible que deseamos. Los seres que viven en él son demasiado
taciturnos, refugiados en los bares, con mucho tiempo libre. La
palabrería circula por las aceras como un niño en bicicleta. Un
pueblo nunca indulta la culpa. Un pueblo es Comala, Macondo, Sonora,
donde la aridez del terreno influye tanto en el día a día de los
habitantes como peinarse o abrocharse una camisa.
Publicado el viernes, julio 08, 2016 por La enfermedad de las Turas
viernes, junio 24, 2016
Los primeros libros que robé
estaban en casa de mi abuela. Tenía unos diez u once años. Cuando
todos creían que jugaba con mis primos, yo me colaba en el cuarto de
los trastos viejos y guardaba en mi mochila todas las novelas que
habían obligado a mi padre y a mis tíos a leer en el instituto.
Luego, cuando los leía, no entendía nada, pero era apacible pasar
las hojas de papel marrón en una esquina de la cama, para que mi
madre no supiera qué estaba haciendo, con la inocencia de lo
prohibido. Y me aficioné. Tuve una novia a la que le desvalijé
media biblioteca. La biblioteca de mi pueblo también ha sido víctima
de varios hurtos. El último que cometí fue en el piso de mi
hermana, cuya estantería de libros me sorprendió en títulos y
ediciones. Era una oportunidad que no podía dejar de aprovechar.Publicado el viernes, junio 24, 2016 por La enfermedad de las Turas
viernes, junio 10, 2016
En realidad, yo siempre he
esperado mientras viene la muerte en una butaca. La he esperado
leyendo y escribiendo. La butaca es el páramo desde el cual miras la
lluvia un domingo, aunque sea agosto y no llueva. «Qué
hago / mirando la lluvia, / si no llueve»,
que nos decía Karmelo C. Iribarren en un poema. Hay que acudir a ella
bien equipado, con una bata y quizás un gato. A veces incluso en
calzoncillos, pero siempre con la disposición de que la muerte va a
llegar sin previo aviso, va a dejar el abrigo en el perchero y va a
servirse una copa, con mucho hielo, para después sentarse en la
butaca de al lado y encenderse un cigarro, aunque a tu madre no le
guste que se fume en el salón. Nada da más señal de muerte que una
butaca y una bata. En Nudo de víboras, de François Mauriac,
su protagonista es un millonario que odia a su familia y no quiere
dejarle su herencia. Para justificarse, escribe un diario en el que
cuenta los pormenores de su decisión y de su odio, y lo hace desde
su butaca: «Me
dispongo a morir, vestido con la bata, la vestimenta de los grandes
enfermos incurables, en una butaca de orejas donde mi madre aguardó
su fin». Publicado el viernes, junio 10, 2016 por La enfermedad de las Turas
viernes, mayo 27, 2016
Eso mismo le pasó al Atlético de Madrid en su eliminatoria contra
el PSV. Pasó demasiado tiempo con el pie fuera, pero cuando lo
recogió, en una tanda de penaltis donde todos los jugadores
apuntaban con la precisión del soldado que sabe desactivar una mina,
quizás tomó conciencia de que lo más difícil estaba hecho, y que
la posibilidad de llegar a la final de Champions podía radicar en no
sacar más el pie fuera de la cama.Publicado el viernes, mayo 27, 2016 por La enfermedad de las Turas
viernes, mayo 13, 2016
Uno, que ha vivido en el extranjero, asiste entusiasmado a todas las
confusiones que entre dos idiomas distintos puedan darse. Algo de eso
ocurre en España con demasiada frecuencia, sobre todo si es el
fútbol un ente protagonista en la discusión. La jornada pasada de
Liga, Kiko Casilla, portero del Real Madrid, no pudo contestar en
su idioma, el catalán, a la pregunta de un periodista. No se sabe
muy bien si fue el club quien no lo permitió o si era el protocolo
de la sala de prensa del Real Madrid. El caso es que se juntaron en
la batidora de las fobias del español varios ingredientes que
desatan tempestades en la más patria e ibérica de las personas con
las que te puedas cruzar. Este tipo de español aborrece, en cierta
medida, que en un país con distintas lenguas oficiales se use alguna
otra que no sea el español. <<Estamos en España y aquí se
habla español>>, afirma el impecable español asestando
inmisericorde dos o tres faltas de ortografías a la frase.
Curiosamente, este tipo de español es el que defiende, con un
cuchillo entre los dientes y los ojos ensangrentados, un sistema
educativo en el que no puedes ser licenciado o graduado si no tienes
unos conocimientos mínimos de otros idiomas que no sean el español.
Y no porque en España seamos muy generosos con otros idiomas, a la
vista está, sino porque te están preparando para que cuando tu
periodo universitario expire, puedas trabajar en otro país distinto
a España, donde no puedas emplear este incuestionable e
inquebrantable idioma que a todos los españoles nos une: el español.Publicado el viernes, mayo 13, 2016 por La enfermedad de las Turas
viernes, abril 29, 2016
Hablaba con mi abuela de los años que cumplía y apareció mi padre.
Él no prestaba atención a la conversación literaria que llevábamos
entre manos, porque la literatura, a fin de cuentas, es hablar del
paso de los años. Hace unos meses asistí en Madrid a una charla con
el poeta y novelista Manuel Vilas. Tras un silencio que sonaba a hoja
partida por la mitad, alguien del público preguntó si había
cambiado algo en su forma de ver la literatura, a lo que el escritor
de Huesca respondió que últimamente pensaba mucho en la muerte, que
eso lo estaba cambiando todo. La edad está llena de muerte, pero no
de una muerte física de <<ahí te quedas>>, sino de una
muerte literaria, la de los versos con olor a hospital -que diría
aquél- a los que no has prestado mucha atención porque no te
correspondían pero que cobran sentido cuando has traspasado la
trinchera de unos años determinados, y te das cuenta de que siempre
han estado ahí, excavándote pacientes como nadadores. El caso es
que mi padre nos interrumpió tocándome la barriga y diciéndome
<<tío, estás echando bartola>>. Yo me signé, preciso,
y quise pedirle permiso a mi abuela para que me dejara asesinarlo
delante suya, como cuando Johnny Sack pide a Carmine Lupertacci
bondadosamente que le conceda su consentimiento para matar a Ralph
Cifaretto, en Los Soprano, puesto que éste último había
llamado gorda a su mujer en público.
Publicado el viernes, abril 29, 2016 por La enfermedad de las Turas
miércoles, abril 20, 2016
Cada derrota que sufras de aquí al final ni siquiera se contará en
los libros de Historia. Qué más da. Acudes a la contienda bien
peinado y bien perfumado, y tratas al balón de forma delicada, al
trote, despacio y en horizontal. Eres jodidamente bueno y tarde o
temprano la pelota entrará, puede que más de una vez, donde mejor
se encuentra, acunada en el vientre de la portería. No importa que
sea el Real Madrid el que venga a chafarte la tarde de un sábado. Ya
nada ni nadie puede estropearte tus plácidos fines de semana. Se
pierde, y qué, aún la ventaja es suficiente. Te duchas, te peinas,
te abrochas el último botón de la camisa y pides comida en el
chino. El miércoles sí hay que darlo todo, vienen los mismos
quisquillosos de siempre a ponerte contra las cuerdas. Sufres. Se
ponen 0-1, pero como siempre, ganas. Lo siguiente es un trance
habitual. Anoeta, que no es un estadio modernista una tarde noche de
domingo, sino triste y melancólico como un verso de Machado.
Publicado el miércoles, abril 20, 2016 por La enfermedad de las Turas
viernes, abril 15, 2016
De hecho, ya inicio mi carrera escribiendo en el periódico de mi
pueblo. Mi abuela el otro día me preguntó orgullosa si yo estaba
escribiendo en él. Quise contarle que mi intención era la misma que
la de Antonio Muñoz Molina cuando comenzó a escribir en el Diario
de Granada. El novelista cuenta que se presentó en la redacción del
diario porque no le publicaban nada y ansiaba que sus palabras
desprendieran tinta. Sentirse escritor. Algo parecido a lo que hice
yo en la redacción de este medio. La trayectoria del escritor de
provincias se urde acercándote al abrazo frío de una columna, como
un capo de la mafia busca consuelo zambulléndose en los brazos de su
padrino, implorando que su mujer no se encuentre un pez crudo en el
felpudo de su ático.
Publicado el viernes, abril 15, 2016 por La enfermedad de las Turas
martes, abril 05, 2016
Desconozco los motivos por los cuales mi padre es culé hasta
para elegir sofá. Me gusta pensar que es del Barça porque el club significaba
para él un recurso épico contra el franquismo de su infancia, algo parecido a
lo que pensaba Manuel Vázquez Montalbán, y que Cruyff representaba una clara
victoria contra el Régimen. Sin embargo, creo que es cruyffista porque desde
que nació mi padre hasta 1994, el F.C. Barcelona había vivido sólo dos momentos
gloriosos -un 0-5 en el Bernabéu y el Dream Team-, y en los dos Johan mandaba
tranquilo e imperturbable, vestido con sandalias y una toga de lana cayéndole
sobre el cuerpo. Puro fútbol. Es tan cruyffista que una vez me hizo grabarle un
Argentina-Holanda del Mundial de Francia porque no lo podía ver, y aunque
Cruyff nada tenía que ver con esa selección de Holanda, era holandés, y a
Holanda se la defiende en mi casa como a la última letra de la hipoteca. Publicado el martes, abril 05, 2016 por La enfermedad de las Turas
