viernes, octubre 21, 2016

 El fin de semana pasado estuve en Londres por motivos de trabajo. Mi misión en la capital del vértigo era la de dar una clase de muestra de español. El recinto donde debía impartirla era un espacio amplísimo, donde distintas academias dedicadas a la enseñanza del español como lengua extranjera ofrecían sus virtudes, en una lucha sutil, parecida a la esgrima, por captar clientes. Había eslóganes variados, ofertas variadas, atenciones variadas. Hasta ahí todo normal. Sin embargo, el día me iba a dejar algunos huecos para la sorpresa y la resignación. El primer pasmo me lo originó el anuncio de una academia de Valladolid y su correspondiente anuncio: «Aprende el español de Valladolid». Esa academia consideraba que la vertiente hablada en el centro de España era la única e indiscutible para aprender un buen español. La segunda sorpresa vino dada de la boca de un chico mallorquín, profesor de español, en una conversación mantenida debajo de un techo donde nos protegíamos de una lluvia feroz que amenazaba con dejarnos fríos los zapatos. Al escucharme hablar, pronunció: «tu acento es muy fuerte, espero que no enseñes así español». El joven entendió, que al tener yo acento ceceante y al hablar entrecortando las palabras, no era capaz de asumir que la lengua que yo enseñaba era español, y que en mis clases podía cometer el desliz de olvidarlo. En definitiva, creyó que por ser ceceante y entrecortar las palabras mi capacidad de enseñanza era inferior.
La estupidez es un arma que te otorga la ignorancia, y si la lengua es el instrumento que se erige en la discusión, los españoles hemos demostrado de sobra que somos muy estúpidos. Esto que voy a intentar aclarar es algo muy manido y que me produce mucho sosiego. A su vez, considero necesario no olvidar el tema y sacarlo de vez en cuando a la intemperie, no vaya a ser que a los hablantes españoles, y a los propios ceceantes, se les olvide. Cecear no es hablar mal el español. El ceceo es una característica fonética que viene determinada por la zona geográfica en la que naces, al igual que la pérdida de la ese implosiva -la ese final de sílaba-. Podríamos aburrirnos con la cantidad de particularidades fónicas que nos ofrece el andaluz, pero no es el caso. Lo que importa de veras es que se manipule, que se haga creencia aquello de que porque no pronunciemos las eses no somos capaces de ejercer bien nuestra lengua. Perdonen, pero no. Ni el andaluz es la peor de las vertientes que se encuentra en el español, ni España es el único país que ofrece distintas formas de hablar una lengua.
Yo invito, ya que antes les hablé de esgrima, a cualquier castellano parlante, a cualquier andaluz remilgado, a cualquier catalán sobrentendido y a cualquier habitante ibérico, a que encuentren en el texto o en el habla de cualquier ceceante consciente de la lengua española, algún dequeísmo, queísmo, laísmo, leísmo o estructura sintáctica incorrecta. Fenómenos que, dicho sea de paso, son los que realmente malforman la estructura del español, y cuyos usos no lo da ser ceceante, ni mucho menos, sino el conocimiento de la lengua que tengas. Aburre que cuando vayas a alguna entrevista de trabajo dudes si hablar con ceceo o si no, que cuando te encuentras en una reunión con españoles debajo de la mesa resbale una sonrisa burlona, maliciosa. Y aburren más aún aquellos ceceantes que se aventuran a estudiar en otras ciudades y vuelven al pueblo pronunciando una ese tan resbaladiza que en lugar de escuchar a una persona parece que tienes en el oído un panal de abejas. Pronunciar las eses de una forma u otra no es nuestra elección, es algo que nos determina el medio. La estupidez y la ignorancia, sin embargo, sí están reñidas a nuestras preferencias. No eliges una característica fonética como tampoco eliges los padres que te tocan. Ceceantes, no se escupan a ustedes mismos. 

Publicado en Andalucía Información (21/10/2016)

Publicado el viernes, octubre 21, 2016 por La enfermedad de las Turas

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martes, octubre 11, 2016

 Internet se ha convertido en una sarta de comunicados. O mejor dicho: en una batidora donde es de obligado cumplimiento dar tu opinión sobre la sarta de comunicados. La polémica funciona muy bien en el medio, y el comunicado también. Hay comunicados para todo: desde la persona anónima que comunica que es el cumpleaños de una persona muy especial, al comparsista que comunica el alta y la baja de algún componente, como si de un football manager se tratase. En otra liga, juegan los renombres, es decir, el personaje de relumbrón que precisa del comunicado para darnos ésta u otra noticia. En la última semana, ha destacado mucho un comunicado que ha abierto a golpe de azada un sendero lleno de espinas y rencores que ha tenido en vilo a los usuarios y ha descorchado la botella de las opiniones en internet. Y no hablo de las polémicas declaraciones del “Pichu” Cuéllar. Me refiero a la ingente disputa entre dos de los raperos más reconocidos de esta nuestra querida España: Rafael Lechowsky y Kase.O.
Han leído bien, el rap ha sido noticia en España. Este hecho hubiera sido difícil de imaginar por aquellos chavales que, como yo, al inicio del año 2.000 debatían en los parques sobre qué estilo dominaba España, si el estilo de Zaragoza o el de Sevilla. Curiosamente, los dos implicados en la disputa resultan ser de la escuela de Zaragoza, y ambos han formado parte en mi imaginario del MC perfecto. Mi admiración hacia ambos ha sido suma. Kase.O me ha parecido siempre el mejor letrista español (ya cumplidos unos años, me cuestiono esta sentencia, pero la duda sigue ahí), y Lechowsky me ha aportado en alguno de sus discos la lírica y la templanza que requería en mis escuchas. Incluso quizás haya grabado uno de los discos que yo siempre he querido grabar. Pues bien, la situación es la siguiente: Rafael Lechowsky acusa de plagio a Kase.O por su tema Basureta, incluido en su último disco titulado El círculo. Pero no reclama versos, sino el concepto de la canción. Al parecer, Kase.O habría copiado al otro rapero zaragozano el rapeo llorado con que se exhibe en el mencionado tema. Y, cómo no, Lechowsky lo denunció a través de un comunicado.
El rap con el que mi generación y la anterior ha crecido está en sus horas más bajas. Se trata de un rap inmaduro, que no ha sabido sufrir la evolución lógica de un movimiento, ni musical ni en cuanto a letras se refiere. Muchas veces me culpo como público por no ser flexible, y me castigo recordándome mi edad. Pero esta flagelación debe valer también para los artistas que hacen rap, y que siguen grabando los mismos discos que hace veinte años. Si un servidor tiene 29 años, y ha terminado hastiado de un género musical que se ha quedado anclado en las métricas y ritmos que cualquier quinceañero de ahora puede ofrecernos, cómo no voy a exigir que los artistas que ocupan las ventas de discos no nos ofrezcan algo distinto.
De hecho, el público de rap está cambiando, así como la forma de hacerlo. Ha surgido un nuevo género, o una nueve vertiente, como prefieran llamarlo, denominada trap. Personalmente, no es de mi agrado, pero nadie puede negar que ha nacido como rebeldía a los ritmos vetustos que el panorama del hip-hop nos estaba ofreciendo. Y que haya estilos nuevos se agradece. Por eso, lo ocurrido entre Kase.O y Rafael Lechowsky me parece tan triste. Lo es porque dentro de esa música vieja, repetitiva y tediosa, eran los dos raperos que, por la calidad de su lírica, permitían, al menos a mí, que volviéramos a la inocencia de un género que era como un océano, de las múltiples combinaciones que ofrecía. Sin embargo, con esta polémica absurda, han empañado lo poquito bueno que nos quedaba de aquello: cuando amábamos un graffiti, cuando recitábamos sus frases y nos pasábamos la lengua por los labios para rebañar el calimocho.

Publicado en Arcos Información (7/10/2016)
Foto: Kase.O
 

Publicado el martes, octubre 11, 2016 por La enfermedad de las Turas

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