viernes, mayo 27, 2016

I
Te sucede cuando sacas el pie fuera del colchón. En ese momento sientes que estás en terreno de nadie, que tu pie es pieza codiciada por una manada de leones que merodea en la frontera de tu cama, ávida, oliendo la muerte, hasta que el miedo te hace cosquillas en la nuca con sus dedos largos, y caes en la cuenta de que puedes recoger el pie y devolverlo al colchón, el lugar de donde nunca debería haber salido. Entonces llega la paz, y la lucha contra la noche no es más que un mero trámite burocrático.
Eso mismo le pasó al Atlético de Madrid en su eliminatoria contra el PSV. Pasó demasiado tiempo con el pie fuera, pero cuando lo recogió, en una tanda de penaltis donde todos los jugadores apuntaban con la precisión del soldado que sabe desactivar una mina, quizás tomó conciencia de que lo más difícil estaba hecho, y que la posibilidad de llegar a la final de Champions podía radicar en no sacar más el pie fuera de la cama.
II
Y así fue, no lo hizo. Los aficionados atléticos, al principio de temporada, no nos imaginábamos a estas alturas de mayo con algo por disputar. Menos aún cuando meses antes veíamos a sus delanteros cabalgar lánguidos las áreas rivales, bufando, creyendo que no había nada más perezoso que marcar un gol. La táctica de Simeone fue la de esperar ganando, 1-0 tras 1-0, hasta que sus rivales más directos, Real Madrid y Barça, se enfrentaron entre sí y algo hizo prever que lo del pie sólo había sido un susto. El Atleti derrumbó al Barça y lo llevó al precipicio reservado para ellos en numerosas ocasiones. Al final el tiro en el pie no se produjo, pero al Atlético eso de ver andar en el filo le gusta, y cuanto más preocupados se mostraban los otros, más grande se hacía.
Llegó a empatar a puntos con el primero de la liga, cuando el mes antes el liderato era una causa tan ridícula como la búsqueda de Cesárea Tijanero por el desierto de Sonora, en Los detectives salvajes. Sin embargo, en la Champions consiguió salir vivo de un bombardeo pocas veces visto antes en el fútbol. De nuevo, el aficionado del Atlético de Madrid veía a su equipo en una final de Europa, en tres años, algo difícil de creer y aún más difícil de explicar. Ha llegado con varias magulladuras pero con sangre en la boca. El Cholo espera a su siguiente víctima. No es una cita con la Historia, como muchos han afirmado. Es una nueva noche con el pie fuera de la cama. Al argentino le atrae eso de experimentar el pánico.
III
La temporada del Real Madrid no ha sido buena, y eso, para el seguidor atlético, es como si un silencio helado se acercara a sus costillas. Tampoco fue buena la temporada de la Décima, y al final, cuando muchos creíamos ver el balón dando un lengüetazo al poste derecho de Courtois, lo que realmente sucedió fue que Ramos acudió desgobernado a sus aficionados mostrando una cabeza entre las manos. El Madrid está demasiado acostumbrado a hacer cosas muy grandes en temporadas poco buenas. Es el equipo capaz de no dejarte posar el pie en el colchón, de arrancártelo de cuajo. Muchos argumentan que el Atleti es el primer equipo serio al que va a enfrentarse el Real Madrid, y lo hacen como autodefensa, pero no pueden disimular una mueca nerviosa en la comisura de los labios cuando lo pronuncian. Yo siempre he mantenido, tajante, que al Madrid le tengo mucho miedo. No obstante, el Cholo nos ha enseñado a disparar una vez y dar, a afincarnos en nuestro área sin dolor apenas, a ganar sabiendo lo que se hace, y a no tener miedo cuando se duerme con el pie fuera del colchón. 

Publicado en Andalucía Información (27/05/2016)

Publicado el viernes, mayo 27, 2016 por La enfermedad de las Turas

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viernes, mayo 13, 2016

 A veces no me gusta hablar. Nada. Es una pereza prolongada y elástica parecida a la de untar la mantequilla al sándwich para merendar. Hay personas con cierta tendencia a la multiplicidad de palabras innecesarias, desde la más superflua metáfora hasta el más lúcido exabrupto, personas que quizás ignoren que lo más sano es callarse en todos los idiomas. Y no me gusta hablar a menudo porque no sé cómo dirigirme hacia ellos. Recuerdo una vez que caminaba por el Casco Antiguo de mi pueblo, no sé muy bien por qué, a veces sólo caminamos ideando un plan de huida. Estaba la zona abarrotada de extranjeros que examinaban atolondrados el empedrado de las calles, y también el cableado exterior de las casas. A menudo me gustar pensar que creen que se trata de un arte autóctono esa manera que tienen los cables de reptar por las paredes. El análisis meditado de los extranjeros fue interrumpido por una canción de Camilo Sesto que entonaba un personaje del pueblo que es, en maneras y gestos, muy parecido al cantante. Los extranjeros, intentando hacer caso omiso a la sinfonía, seguían inmiscuidos en sus observaciones profundas, pensando que quizás la canción sólo duraría unos segundos, pero ante la insistencia generosa del que entonaba los versos, se oyó un <<shut up your fucking mouth>>, a lo que el cantautor respondió, en perfecto y bien pronunciado tono ebrio: <<a mí me habla de usted>>.
Uno, que ha vivido en el extranjero, asiste entusiasmado a todas las confusiones que entre dos idiomas distintos puedan darse. Algo de eso ocurre en España con demasiada frecuencia, sobre todo si es el fútbol un ente protagonista en la discusión. La jornada pasada de Liga, Kiko Casilla, portero del Real Madrid, no pudo contestar en su idioma, el catalán, a la pregunta de un periodista. No se sabe muy bien si fue el club quien no lo permitió o si era el protocolo de la sala de prensa del Real Madrid. El caso es que se juntaron en la batidora de las fobias del español varios ingredientes que desatan tempestades en la más patria e ibérica de las personas con las que te puedas cruzar. Este tipo de español aborrece, en cierta medida, que en un país con distintas lenguas oficiales se use alguna otra que no sea el español. <<Estamos en España y aquí se habla español>>, afirma el impecable español asestando inmisericorde dos o tres faltas de ortografías a la frase. Curiosamente, este tipo de español es el que defiende, con un cuchillo entre los dientes y los ojos ensangrentados, un sistema educativo en el que no puedes ser licenciado o graduado si no tienes unos conocimientos mínimos de otros idiomas que no sean el español. Y no porque en España seamos muy generosos con otros idiomas, a la vista está, sino porque te están preparando para que cuando tu periodo universitario expire, puedas trabajar en otro país distinto a España, donde no puedas emplear este incuestionable e inquebrantable idioma que a todos los españoles nos une: el español.
Se está convirtiendo el ciudadano en un perfecto examinador de las lenguas que a nuestro país competen. Nos tomamos la licencia de corregir y establecer qué momento es el oportuno para emplear tal o cual idioma: en las salas de prensa de un equipo español, no es estético usar el catalán, porque puede romper la unidad de un país tan compacto como España. Me arrastran a la cabeza estas discusiones irremediablemente a Unamuno. Es conocida la conferencia en la Universidad de Salamanca en la que el escritor citó a Shakespeare, y lo pronunció tal y como suena en español. Un joven lo interrumpió, objetándole que no se pronunciaba Shakespeare, sino seikspir. Unamuno, que para estas cosas tenía un gran corazón, dijo a los oyentes: <<ah, pero saben ustedes inglés>>, y continuó toda la conferencia hablando en la lengua del dramaturgo citado, provocando el abandono de muchos de los presentes porque no tenían el nivel necesario.

Publicado en Andalucía Información  (13/5/2016)

Foto: Camilo Sesto

Publicado el viernes, mayo 13, 2016 por La enfermedad de las Turas

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