En realidad, aspiramos a ser personas con ocurrencias estúpidas
repletas de lucidez. A ser, en definitiva, como mi amigo Paco, las
madres o como Louie, el personaje de la serie de televisión creado
por el humorista Louie C. K. Intuimos que es un personaje inspirado
en él mismo, pero eso carece de importancia. Louie ofrece todos los
rasgos que sospechamos nos harán miserables cumplida la cuarentena.
Y eso es lo que nos gusta. Humorista, divorciado y con dos hijas, el
personaje destripa la sociedad americana y la estupidez humana con
más estupidez. He de reconocer que no he terminado la primera
temporada, pero no importa, desde su primera frase <<tengo 41 y
soy soltero. En realidad, no estoy soltero, solamente estoy solo>>,
uno adivina que se encuentra ante un personaje que te va a narrar
todas las circunstancias más insignificantes -que son las más
geniales- en las que uno se puede encontrar.
martes, noviembre 04, 2014
En realidad, aspiramos a ser personas con ocurrencias estúpidas
repletas de lucidez. A ser, en definitiva, como mi amigo Paco, las
madres o como Louie, el personaje de la serie de televisión creado
por el humorista Louie C. K. Intuimos que es un personaje inspirado
en él mismo, pero eso carece de importancia. Louie ofrece todos los
rasgos que sospechamos nos harán miserables cumplida la cuarentena.
Y eso es lo que nos gusta. Humorista, divorciado y con dos hijas, el
personaje destripa la sociedad americana y la estupidez humana con
más estupidez. He de reconocer que no he terminado la primera
temporada, pero no importa, desde su primera frase <<tengo 41 y
soy soltero. En realidad, no estoy soltero, solamente estoy solo>>,
uno adivina que se encuentra ante un personaje que te va a narrar
todas las circunstancias más insignificantes -que son las más
geniales- en las que uno se puede encontrar.
Publicado el martes, noviembre 04, 2014 por La enfermedad de las Turas
martes, octubre 21, 2014
En cuanto a aquello del clima, no te voy a negar que he agradecido
unos rayos de sol. El norte de Alemania está demasiado abrigado por
las nubes. La otra mañana me encontraba en Cádiz, ya sabes,
burocracia superflua -en Cádiz me di cuenta que llevo cinco años
con los estudios retrasados, quizás sea un lustro glorioso para mi
futuro currículum-, y me encontré con una chica alemana. Estuvimos
hablando del sol. Uno, que es inocente y cree que la gente no se
arraiga a su tierra, intentó sacarle las tripas de la envidia a la
chica en lo referente al clima. Pero ella, muy rubia y muy segura, me
dijo que ya echaba de menos las nubes. <<Eres muy triste>>,
le dije yo, además en alemán, demostrando que sé medir las
palabras con la gente desconocida, sobre todo con alemanes. Creo que
no le sentó muy bien.
Publicado el martes, octubre 21, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, octubre 06, 2014
Un amor de colegio o de instituto
puede conducir a una desgracia que puedes estar arrastrando toda la
vida. Ocurre en Fargo, la serie de televisión basada en la
película de los hermanos Coen, cuando Lester Nygaard se encuentra
con Sam Hess -un antiguo compañero de instituto estúpido, de esos
que te dolía encontrártelos por la calle cuando ibas con tu madre-
acompañado de sus dos hijos, más estúpidos si cabe. Sam comienza a
contarles las putadas que le hacía a Lester cuando estaban juntos en
el instituto. Lester lo aguanta, enterrando la vergüenza. Sólo se
altera un poco cuando Sam le recuerda que su actual mujer, que ya era
novia en el high school, le hizo una paja en el baile de fin
de curso. A partir de ahí la vida de Lester se convierte en una
trabazón de asesinatos, mentiras y huidas de la policía para
sortear la inevitabilidad de la muerte.
Publicado el lunes, octubre 06, 2014 por La enfermedad de las Turas
martes, septiembre 30, 2014
Aquí tuvimos la destreza de alargar el
verano, lo cual no debería ser una mala noticia, de no ser porque el otoño
tiene la habilidad de meterse de sopetón por la ventana de tu salita, ya sea 21
de septiembre, 29 o principios de octubre. No importa, es un clima establecido
en mi pueblo para el día después de la festividad patronal, que celebramos con
una feria. Podríamos haber hecho como en cualquier otra parte de España, donde
reciben el otoño a principios de septiembre, lo mismo un miércoles o un jueves
o un sábado, si es este último día mejor, pues acoges la tristeza armado de gin tonics. Aquí no. Aquí colocamos la
festividad patronal al final de septiembre y le damos al lunes la capacidad de
aniquilarnos, de que nos eche por encima un manto de oscuridad. Recuerdo el
final de la feria de mi pueblo de hace tres años. Durante la fiesta bebí con la
conciencia débil, sin saber que cada chupito que entraba en mi garganta como un
raquetazo era un manojo de avispas haciendo un nido de resaca. Cuando desperté,
después de tres días bebiendo que me parecieron uno, sólo pude atinar al
desconcierto que me provocaban los zumbidos de avispa de la resaca pasando al
lado mío. Estuve doce horas seguidas en la cama oyéndolas con la sábana
cubriendo mis ojos. Al día siguiente le dije a un amigo que <<la sábana
ardía; que aquello era la sábana de la muerte>>.Publicado el martes, septiembre 30, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, septiembre 15, 2014
Me
atrevo a afirmar, a sabiendas de que los eruditos acuchillarán la pantalla de
su ordenador cuando lo lean, que el tiempo es aquello que transcurre con
normalidad hasta que una señal aparece. Se me viene a la cabeza un relato de
Cortázar titulado El perseguidor. En
él, el escritor argentino nos cuenta las manías y los problemas existenciales
de un saxofonista de jazz enganchado a la marihuana llamado Johnny Carter
(personaje inspirado en el saxofonista Charlie Parker), desde la perspectiva de
un crítico musical llamado Bruno. En el relato, Bruno nos cuenta:
<<Johnny estaba en gran forma en esos días, y yo había ido al ensayo sólo
para escucharlo a él y también a Mile Davis. Todos tenían ganas de tocar,
estaban contentos, andaban bien vestidos (de esto me acuerdo quizás por
contraste, por lo mal vestido y sucio que anda ahora Johnny), tocaban con
gusto, sin ninguna impaciencia, y el técnico de sonido hacía señales de
contento detrás de su ventanilla, como un babuino satisfecho. Y justamente en
ese momento, cuando Johnny estaba perdido en su alegría, de golpe dejó de tocar
y soltándole un puñetazo a no sé quién dijo: “Esto lo estoy tocando mañana” […]
“Esto ya lo toqué mañana, es horrible, Miles, esto ya lo toqué mañana”>>.
Es una prueba incontestable de que una señal puede desbaratar el tiempo como
unas manos torpes un cubo de Rubik.Publicado el lunes, septiembre 15, 2014 por La enfermedad de las Turas
domingo, agosto 03, 2014
Debe saber antes que nada que justo en el momento en que le escribo, tengo un pellizco en el estómago que más bien podría ser una pequeña muerte. Me imagino que sabrá de lo que hablo. No me cabe la menor duda de que hay personas que han nacido para batallar constantemente con su fisiología, en un encuentro y un desencuentro con el propio cuerpo que nos lleva tan al límite, tan a desear la calma, que cuando llega, el cuerpo parece de repente una primavera regalada, y está fresquito como una cama de hotel. A estas alturas de mis explicaciones sabrá que me refiero a las noches en que uno puede entretenerse, obviando la pistola que yo siempre me imagino en una caja amarilla.
Discúlpeme el mal gesto de comenzar una correspondencia hablando de mí. Pero justamente de eso me parece a mí que me hablaba Vd. en su carta, de la literatura, que viene a ser prácticamente una licencia onanista. Lo cierto es que detesto enormemente todas esas definiciones de literatura que los llamados escritores van dando por el mundo, como si fueran alquimistas que de repente han encontrado algo. Y si se trata de poesía ni le cuento: es escuchar una de esas brillantísimas elocuciones sobre la esencia y los dioses que nos tocan, y descubrir mi cuerpo perforado, emanando un hedor que normalmente tarda una semana en retirarse. Figúrese el apuro que supone para mí ir explicándole a la gente lo que ocurre mientras compruebo cómo se alejan sin ser capaces de soportar el olor que se enquista y se enquista, quedándose por mucho tiempo en la memoria. Un día descubrí que lo peor de la literatura eran los hombres, y ya no quise nunca más saber de ellos. No puedo permitir, y espero que en esto estemos de acuerdo, que una especie que se considera a sí misma privilegiada, arruine lo poco que queda de mi matrimonio con las letras. Aunque eso ya es harina de otro costal y no quisiera abrumarle.
La cuestión es que leí su carta y desertó el temporal. Y vi la escena congelándose como si todo se hubiera convertido en un cuadro que mientras alguien lo contemple logrará ser impune a la caducidad.
Me decía Vd. en su carta que le hacía tambalearse la idea de ir aireando por ahí que eso que Vd. ha venido a llamar “nuestras pequeñas intimidades”. Vd. y yo no tenemos de eso, pues el carácter literario de nuestras conversaciones eleva lo que nos decimos al grado malversado de la universalidad. No debe temer. Déjeme decirle, por otra parte, que esa distancia física de la que habla no ha variado por la suma de kilómetros que iban mediando entre su cuerpo y el mío conforme Vd. tomaba su avión y se alejaba de España. Mal suponía yo que era consciente de que lo nuestro se conformó desde el principio en base a este decoro de mutuo acuerdo que nos estrecha en los márgenes de lo incorpóreo, no siendo necesaria la rigurosa visita semanal que muchas veces, he de decir, he deseado. De haber estado Vd. al escribirme en la tierra natal de mi querido Julio, habría respondido a su carta como acabo de hacer.
Olvide los tomates. Si los viéramos caer sobre nosotros, podríamos bañarnos en su jugo.
PD: Envíeme usted si es tan amable la receta del puchero que me prometió, si es posible, con todo lujo de detalles. No termino de entenderme con los tiempos de cocción.
Publicado el domingo, agosto 03, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, julio 21, 2014
Aunque ahora el fin de la
escritura es muy distinto. No hay que ocultar que a uno le gustaría ganar
algunos euros con ella, pero que sean las palabras las protagonistas, no que
uno vaya buscando la fama o la publicación apegándose a quien haya que
apegarse. Se me viene a la cabeza Roberto Bolaño. El escritor chileno se
encontraba casi en la precariedad económica junto a su familia, y gastaba lo
poco que ganaba en imprimir sus obras y enviarlas a editoriales que, por lo
general, hacían el mismo caso a sus escritos que un entrenador de fútbol al
tercer portero suplente. Cuando le llegó el reconocimiento, cuando el mundo
editorial adivinó que sus novelas y relatos se convertirían en la nueva forma a
seguir de la literatura hispana, le llovieron las ofertas para las
conferencias, ya sabes, eso que prefieren muchos escritores antes de dedicarse
a lo que se deberían de dedicar, que es la escritura. Bolaño apartó las
adulaciones, porque él jugaba mejor en el barro, en el terreno fangoso de las
comas, los puntos y los párrafos bien medidos.Abraham Guerrero Tenorio.
Publicado el lunes, julio 21, 2014 por La enfermedad de las Turas
miércoles, julio 09, 2014
Brasil sacó la cabeza de Neymar, para que los alemanes se sintieran
asustados, como cuando Tom Hagen coloca debajo de la cama del
productor Jack Woltz la cabeza de su caballo favorito. Pero los
alemanes no gritaron mucho. Nada más empezar el partido, Julio Cesar
sintió un tic nervioso en los ojos. Los entrecerró, mirando al
frente, sospechando de algo. Creía ver, por los vomitorios del
estadio, la silueta de unos tanques acercándose. No podía ser
verdad. La película que ellos habían escrito era muy distinta.
Tenían la metralleta preparada para el que quisiera cogerla. Tenían
la metralleta preparada para la masacre. Tenían la metralleta bien
sujeta como Dadinho tenía una pistola bien sujeta para aniquilar
todo un puticlub entero. Por puro placer. Con maldad. La misma maldad
que Scolari inculcó a sus pupilos para el Mundial. Los jugadores de
Brasil realmente eran los Bad Boys del torneo. Pero el primer
disparo fue germano. Los sacudió. Se produjo sin que ningún
jugador brasileño supiera qué pasaba. Intentaban mirarse
sacudiéndose el polvo de los ojos. Sólo Julio Cesar había
sospechado algo. <<Son los tanques>>, pensó mientras
apartaba escombros para recoger el balón dentro de su portería. Pero no dijo nada porque no quería creerlo.
Publicado el miércoles, julio 09, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, julio 07, 2014
Mi padre nunca me abofeteó pero una vez hizo que me meara encima. Yo
andaba preocupado en lo ancho que deberían ser mis pantalones y en
odiar a mi padre. Lo odiaba de verdad. Le deseaba cosas malas. Me
daba placer chulearle, sobre todo en el fútbol. El Valencia y el
Real Madrid eliminaron en semifinales de Champions por esos años al
Barça y recuerdo que por dentro me alegré porque sabía que se
estaba jodiendo vivo. Hizo que me meara encima porque una vez cerré
la puerta de mi casa con mis hermanos, con él y yo afuera y las
llaves dentro. Tenía mucha ira en la cara pero no quería
abofetearme a mí y le daba puñetazos a la pared. Yo me meé encima
y quise abrazarlo y pedirle perdón. A mis hermanos nunca los
abofeteó tampoco pero una vez abofeteó a un chico que se metía con
mi hermano. Le dijo algo así como que a su hijo nadie le iba a hacer
la vida imposible, como cuando Robert de Niro es el padre de Calogero
en Una historia del Bronx y le dice a Sonny <<no te
acerques a mi hijo>>.
Publicado el lunes, julio 07, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, junio 30, 2014
Grecia vivió el Mundial como Doug
Wilson, el personaje de Weeds,
vivió la separación de su mujer. Desprovisto de la comodidad
familiar, Wilson se va a vivir con sus amigos, no por voluntad
propia, sino porque no tenía otro lugar en donde posar sus
desgracias. En una escena, Doug escribe una carta a su mujer, en la
que le dice que vive <<en un estudio de mierda en el paseo
marítimo, no es nada del otro mundo, pero me sirve. Me cuesta
dormir, la cama es demasiado corta, tengo pesadillas, me despierto
asustado. A veces me cuesta recordar dónde estoy, al perderte a ti,
perdí toda sensación de alegría y placer. Sólo puedo hacer una
cosa>>. La escena nos lleva a Doug sacando una soga de una
bolsa de plástico, colocándola sobre un palo de madera cercano al
techo y abrochándosela al cuello. Cuando todos creemos que es el
fin de Doug, éste empieza a hacerse una paja con la cuerda bien
tensada en la garganta, y cuando se corre, le dice a su mujer: <<así
que te follen, a ti y a tus abogados. Ven a buscarme si quieres, no
me importa una mierda porque estoy arruinado, y cuando no tienes
nada, no tienes nada que perder>>.
Publicado el lunes, junio 30, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, junio 16, 2014
Como soy un buen hijo y las advertencias de mi madre son un dictado
que hay que transcribir con puño firme, procuro tener siempre los
calzoncillos limpios y bien planchados, por no tener que abrirle a
alguien que se le ocurriera hacer una visita inopinada, con unos
calzoncillos mustios y deshilachados. Recuerdo que un amigo una tarde
se encontraba en el piso que su novia compartía con dos compañeras
más. Sólo se había llevado un calzoncillo decente y otros dos que
se encontraban abandonados en el fondo del cajón de su mesita de
noche como una moneda de cinco duros en la repisa más alta del salón
de tu abuela. Terminó de ducharse y echó el calzoncillo decente al
cesto de la ropa sucia. Como los otros calzoncillos no los
consideraba presentables por si venían visitas, optó por quedarse
en cueros en el salón de la casa viendo un partido de voley playa
femenino. Una de las compañeras de piso de su novia entró en el
salón y lo pilló como Dios lo trajo al mundo. Montó en cólera, a
la que se sumó varias horas después su novia cuando se enteró del
suceso. Mi amigo no entendió tanto dramatismo. Supongo que mi amigo
se hizo la misma pregunta que se hacía el Mochuelo en El camino,
la novela de Miguel Delibes, cuando secunda la genial idea, junto al
Tiñoso, de su amigo el Moñigo, la cual consistía en defecar justo
cuando el tren pasaba por el túnel del pueblo. Lo hicieron. Pero
cuando el tren pasó se llevó consigo todas las prendas que habían
depositado un metro más allá, obligándolos a entrar en el pueblo
sin calzoncillos y con motas de carbón en las nalgas, escandalizando
a la gente. Escándalo que el Mochuelo no entendía. <<¿Qué
otra cosa cabía hacer en un caso semejante?>>. Tampoco es plan
que alguien te vea con cualquier trapo. Publicado el lunes, junio 16, 2014 por La enfermedad de las Turas
martes, junio 03, 2014
El fútbol parece tener en mi memoria el mismo efecto que la música
tenía para Gabriel, el protagonista de The music never stopped.
En la película, Gabriel padece un tumor cerebral que le impide tener
recuerdos. Incluso no recuerda su nombre ni su cumpleaños. Sólo
cuando su terapeuta le hace escuchar las canciones de su
adolescencia, Gabriel es capaz de conocer su identidad y su pasado.
Yo recuerdo la primera vez que me masturbé. Lo recuerdo porque
mientras veía al Barça jugar contra el Bayern de Múnich en el
Olímpico, en casa de mi abuela había mucha gente. La había porque
era 16 de abril de 1996, Martes Santo, y los amigos de mi tío se reunieron allí para ver
las procesiones. Mientras Gica Hagi empataba el partido a dos, yo me
encontraba en el regazo de una de las amigas de mi tío, que me
preguntaba las cosas que se le preguntan a los niños de ocho años,
a las que le contestaba automáticamente, porque casi ni oía su
interrogatorio. Prefería estar más atento al escote que se abría
en su vestido, de donde amanecían dos grandes pechos sobre los que
apoyaba mi cara porque no había sentido nunca nada más placentero
que la huella de aquellos dos seres maravillosos en mi rostro. Cuando
la gente se hubo ido, subí a mi casa, me encerré en el cuarto de
baño y me masturbé. Tuve un orgasmo que me dejó pensativo varios
días.
Publicado el martes, junio 03, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, mayo 26, 2014
Mientras leía, mi vista dejó de concentrarse en las letras y
comenzó a seguir a una hormiga que cabalgaba por la hoja. Me percaté
de que era la primera hormiga que veía en Alemania. La seguía con
los ojos intrigados por los caminos que tomaba en su andanada. Pensé
que si a los jóvenes de mi alrededor les había parecido raro un
chico solo tomando el sol con un libro, qué pensarían de un chico
solo tomando el sol mirando las huellas que dejaba una hormiga en un
libro. La hormiga tenía una mancha roja en el trasero, algo que me
pareció curioso, pues nunca había visto una hormiga con una mancha
roja en el trasero. Supuse que era un tipo de hormiga especial de los
bosques de Alemania, quizás de los bosques del norte de Alemania. No
sabría calcular cuánto tiempo estuve observándola recorrer la hoja
de mi libro, estimo que aproximadamente una hora, hasta que le di un
manotazo y la aparté de las palabras. A partir de que la hormiga se
inmiscuyera en mi lectura, había empezado a sentirme muy solo, como
si el invierno se hubiese metido de pronto en mis entrañas.
Publicado el lunes, mayo 26, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, mayo 19, 2014
Al aburrimiento se le acuchilla mediante llamadas. Me causan asombro
las personas que tienen la capacidad de llamarte por cualquier cosa,
como los amigos que te llaman porque no saben si dejar a su novia.
Yo, en cambio, sólo llamo a mi madre cuando la necesidad me urge,
cuando no encuentro el cinturón del pantalón o no sé qué hacerme
de comer. Otro caso bien distinto es que te llame tu madre a ti,
seguramente al otro lado del teléfono la cólera dará arañazos en
tu oreja. Un día, a mi amigo lo llamó su madre. Mi amigo, como
todos los sábados a las doce de la noche, estaba borracho. Cuando
llegó a su casa, su madre le dijo que su abuela había fallecido. Mi
amigo no sabía muy bien qué había oído, porque algo se le
acumulaba en la garganta, así que giró la cabeza a la izquierda y
vomitó en la pared, su madre comenzó a gritar, así que mi amigo
giró la cabeza a la derecha y vomitó en el sofá. Su madre gritó
más alto y comenzó a hacerle preguntas a modo de lamentos, a lo que
mi amigo contestó: <<joder, mamá, qué pesada eres, pareces
la madre de Tony Soprano>>, y se desplomó en el sofá con todo
el peso de la borrachera. Hay llamadas que están hechas a deshoras.
Publicado el lunes, mayo 19, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, mayo 12, 2014
Irte al extranjero da mucha pereza, pero más pereza da irte del
extranjero a tu casa, más que nada, por el acto de tener que hacer
de nuevo la maleta. Es la misma desgana que te entra cuando vas al
baño para tomar una ducha y tienes que volver a la habitación
porque se te ha olvidado la toalla. Cuando la desidia te invade, es
un trabajo espinoso hasta el hecho de pelar un ajo. Se me viene a la
cabeza un amigo, cuyo padre regentaba una frutería. Un sábado, que
es cuando mi amigo lo ayudaba a sortear a las señoras que pagan con
muchos céntimos, su padre acudió a su habitación porque mi amigo
no se levantaba. Lo azuzó con violencia porque creía que tenía
resaca, pero ni eso era, sólo estaba inundado de pereza. Mi amigo
abrió los ojos y le dijo <<no voy, papá, no tengo ganas ni de
lavarme los dientes>>. Luego se dio la vuelta.
Publicado el lunes, mayo 12, 2014 por La enfermedad de las Turas
lunes, mayo 05, 2014
Recuerdo una mañana que acompañaba a mi amiga Ana Rodríguez por
Cádiz. Hubo un momento en el que necesitábamos coger un autobús
urbano para ir a la facultad. Cuando metí el bonobús en la ranura,
la máquina me lo devolvió. Lo volví a meter, y de nuevo me lo
devolvió, así hasta que aquéllo se convirtió en una disputa
personal entre la máquina y yo. El chófer, cansado de que la larga
cola que había a mis espaldas mirara a los lados tamborileando en
los cristales del autobús, salió de su cueva, me quitó con
violencia el billete de la mano y lo introdujo en la ranura de la
máquina, que picó el billete. Luego, el hombre me miró con
compasión y me dijo: <<lo estaba metiendo usted al revés>>.
Ana, que leyó el desamparo en mis ojos, se volvió para susurrarme:
<<no te preocupes, Abraham, yo una vez dudé de cómo se abría
una ventana, somos de esas personas que no está hecha para la vida
cotidiana>>.Publicado en Arcos Información (23/09/2016)
Publicado el lunes, mayo 05, 2014 por La enfermedad de las Turas
martes, abril 29, 2014
Una mujer con sandalias es la belleza de nuestra juventud, uno aún
se siente joven porque cuando llega esta época, alrededor tuya
abundan chicas con sandalias y sentadas en un césped. Pedro Sevilla
dejó de sentirse joven cuando miraba a unas jóvenes adolescentes con sus
amigas en sandalias. En Adolescencia, de su poemario Tierra Leve,
Pedro Sevilla nos dice lo siguiente: << Desde un exilio
impuesto por los años, / hoy has vuelto a una patria de donde ya no
eres. […] / Has vuelto de invitado a un solar que fue tuyo, / y
aunque ellas te dejen frecuentar sus guitarras, / y oler en sus
melenas el trigo de otro siglo, / sabes que es imposible, sin hacer
el ridículo, / someterse a su ritmo>>. La juventud estará perdida cuando tu espíritu ya no pertenezca a esas chiquillas, cuando no puedas acompañarlas sentándote en el suelo para mirarles las sandalias: <<tú
miras sus ojos, / sus cinturas desnudas como playas / para labios
piratas, sus sandalias, / o la forma que tienen de sentarse en el
suelo / y comprendes que es eso, la adolescencia es eso: / unos ojos
muy limpios, un verso arrebatado, / y el raro privilegio de sentarse
en el suelo / o andar casi descalzas por la calle>>.
Publicado en Arcos Información (09/09/2016)
Publicado el martes, abril 29, 2014 por La enfermedad de las Turas

