Me gusta pensar que Grecia se dejó perder y empatar con Colombia y Japón para sentirse cómoda. Grecia es como nosotros, acostumbrada a vivir en el sillón, viendo el Mundial y riéndose de las desgracias ajenas, para no tener nada que perder. Lo sufrieron las selecciones a las que se enfrentó en la Eurocopa de Portugal y lo sufrió Costa de Marfil, que no contaba, o no pensó, que si Grecia en el último minuto de su partido estaba eliminada es porque ellos son así, que prefieren levantarse a las seis de la mañana para estudiar el examen que tienen a primera hora.
Grecia estaba cómoda en una sauna hasta que llegaron dos matones musculosos para matarla a traición. Cuando te pillan en una sauna leyendo la Ilíada y van a matarte, supongo que te tensas con maldad, como Viggo Mortensen en Promesas del Este. Grecia acaba los partidos sangrando, sin toalla que cubra las carencias del desnudo, con heridas profundas y con el enemigo muerto a cuchilladas al lado suya. Agonizando y con el espectador diciendo <<¡maten ya a ese muerto!>>.
No tener nada que perder te hacer vivir las situaciones límites con la más absoluta clarividencia. Cuando Karagounis ayer contra Costa Rica recibía balones en su borde del área o en el centro del campo, exhausto y babeando como los caballos que van a morir, no intentaba empatar el partido en el último minuto, él ya sabía que iban a empatar, sino que intentaba mermar el físico del enemigo para ganar el partido en el último minuto, pero esta vez de la prórroga. La tuvo Grecia, pero Keylor Navas ya tenía estudiada la historia y sabía adónde iría el balón.
Grecia vivió el Mundial como Doug Wilson, el personaje de Weeds, vivió la separación de su mujer. Desprovisto de la comodidad familiar, Wilson se va a vivir con sus amigos, no por voluntad propia, sino porque no tenía otro lugar en donde posar sus desgracias. En una escena, Doug escribe una carta a su mujer, en la que le dice que vive <<en un estudio de mierda en el paseo marítimo, no es nada del otro mundo, pero me sirve. Me cuesta dormir, la cama es demasiado corta, tengo pesadillas, me despierto asustado. A veces me cuesta recordar dónde estoy, al perderte a ti, perdí toda sensación de alegría y placer. Sólo puedo hacer una cosa>>. La escena nos lleva a Doug sacando una soga de una bolsa de plástico, colocándola sobre un palo de madera cercano al techo y abrochándosela al cuello. Cuando todos creemos que es el fin de Doug, éste empieza a hacerse una paja con la cuerda bien tensada en la garganta, y cuando se corre, le dice a su mujer: <<así que te follen, a ti y a tus abogados. Ven a buscarme si quieres, no me importa una mierda porque estoy arruinado, y cuando no tienes nada, no tienes nada que perder>>.
Grecia cayó, pero dejó al rival tan herido que si aquello hubiera durado un minuto más hubieran salido corriendo del campo. Murió con una mueca de sonrisa en la boca, la que dejan los perdedores que saben que han dado mucho por el culo, como Kevin Spacey en American Beauty.

Foto: Promesas del Este.