En la habitación suena Something de Los Beatles. Hay mucha claridad. Las cortinas se contonean haciendo reverencias movidas por la brisa. Por entre sus claras telas se cuelan como flechas los rayos anaranjados del sol. La cámara camina muy lentamente hacia atrás ampliando la visión de la habitación. Aparece una cama con un hombre desnudo y una mujer encima suya haciéndole el amor. Sus manos están apoyadas sobre el dorso del hombre. Le hace el amor pausadamente. Las sábanas blancas están desordenadas alrededor de los dos cuerpos, incluso caen por un borde de la cama. La luz se filtra también por los cabellos rubios de la mujer. Rompe el estribillo de la canción. You´re asking me will my love grow dice la letra. Justo en esa frase se abre violentamente la puerta de la habitación, pero nosotros lo vemos a cámara muy lenta. Aparece un hombre con una metralleta, o un arma que dispara muy rápido, no sé. Comienza a disparar como si fuera lo último que hiciera en la vida. La cámara muestra un plano de la mujer recibiendo los disparos. Vuelve al plano amplio de la habitación. Los disparos continúan con el estribillo de la canción. La pared del cabecero se tiñe con grandes gotas de sangre, trozos de sábanas saltan por los aires. Trozos de cristal también. Con el final del estribillo acaba el tiroteo. El intruso agacha el arma y se da la vuelta. La cámara muestra la habitación. Hay mucha claridad y está descansada.
     Imaginaba la escena mientras sonaba esa misma canción en un bar inglés de Hannover que me gusta mucho. Alrededor mía había amigos, pero no les hacía mucho caso. Hay días en los que sólo estás para la literatura o algo que se le parezca. Puede parecer que quieras estar muy solo. Yo no sé si es eso lo que quiero, pero hay veces en que soy capaz de silenciar el bullicio de mi alrededor. A Juan Tallón le leí, en un artículo en el que habla de su búsqueda de silencio para la escritura, “es hermoso que el silencio te penetre en los huesos”. Una amiga mía me cuenta que cuando termina de hacer un poema tiene la absoluta necesidad de fumarse un cigarrillo. Pero tiene que ser liado. Yo supongo que siente la paz del trabajo bien hecho poniéndole como banda sonora el sonido de sus caladas al silencio.
Hay veces que para llegar al silencio debe haber habido mucho alboroto antes. A mí me da mucho escalofrío el silencio de una estrofa del poema Contra Jaime Gil de Biedma. “Te acompañan[...]/ las calles muertas de la madrugada/ y los ascensores de luz amarilla/ cuando llegas, borracho/ y te paras a verte en el espejo/ la cara destruida [...]” dice la estrofa. Es aterrador. Mientras el ascensor subía se debían escuchar en su cabeza los raíles de las vías de un tren. Roberto Bolaño dijo que “siempre había admirado las vidas desmesuradas de los poetas”. Son vidas que me hicieron amar la poesía a mí también. Pero lo malo de esas vidas es cuando llega el silencio, como en Jaime Gil de Biedma.
El mismo Bolaño dice en Los detectives salvajes “hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear”. Yo escribo después de haber boxeado contra un día. Dejo que el silencio penetre en mis huesos, me traigo conmigo las calles muertas de la madrugada, recuerdo los golpes recibidos en el ring y justo ahí es cuando comienza todo. Más tarde le pondré banda sonora al silencio con el sonido de las caladas de un cigarrillo. Ahora no sé si es momento para la poesía, pero estoy seguro de que es momento de boxear. 

Foto: Roberto Bolaño.