Si
os digo su nombre, quizás pocos lo conozcáis. De hecho, yo no lo
conocía, pero
la otra tarde leí un artículo en el que aparecía una historia
relacionada con una famosa meada, y como si la memoria llevase mi
pensamiento en un bólido, rápidamente me acordé de su figura
pétrea. La anécdota que aparece en el artículo dice que John
Lennon, en una estancia de Los Beatles en Hamburgo, propuso a sus
compañeros mearle desde la habitación del hotel a unas monjas que
pasaban por la acera al grito de <<¡Vamos a bautizarlas!>>.
Yo no soy tan rápido como la memoria, pero en cuanto leí el
artículo me vestí, me cepillé los dientes y evacué mis aguas
menores, porque de casa hay que salir lavado y meado, más aún en
este caso. Cuando me vi frente a él, lo primero que busqué fue su
nombre. Diego Jiménez Ayllón constaba en la leyenda. Me pareció un
hombre resignado, aunque el paisaje que le rodea y las tumultuosas
noches que han contemplado esos ojos grisáceos tienden una mano a la
benevolencia hacia ese personaje y hacen que lo mire con cierta pena
por su ubicación
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlmoGa_0GKsIIGbd7U7OdVZrSB3L7v5211-s__ec9bGXM-LTjpukH_sZsRtFRFIapynnwKhD_Vk7Zu_nJJ9q8TNUMNO-QkIKKxdU7FVouOGYX4nSU05iEIUH_LiBe4ZmScs3pYbqLOUJI/s1600/estatua+3.jpg)
Esas
casillas en el currículo le valieron para que todavía guarde en
propiedad un trocito de hierba rodeada de plantas en el pueblo. En
medio del bucólico paraje, su estatua, con nombre y la fecha de
nacimiento y muerte, para que ningún paisano de Arcos se olvide de
su existencia. Quizás de ahí viene su pesadumbre. A lo mejor
pensaba que los novi poetae de las postreras
generaciones recitarían sus primeros versos a los pies de su talla.
Sin embargo, los años trasladaron la zona de bares y discotecas al
mismo lugar donde se encuentra su poética estancia, y su idílico
hogar quedó encajonado entre el Bar Castro y la calle por donde los
jóvenes acceden a éste y otras discotecas. Los únicos Tercios para
gobernar ahí son los de botellines de Cruzcampo, su césped ha sido
y es váter idóneo para que depositemos nuestros orines cuando la
urgencia nos toca la puerta. Un día, allanada su finca por mis
amigos y por mí, uno de nosotros dijo <<voy a mearle en lo
alto>>, y allí que se puso con el bulto al aire y haciendo
dibujos con el orín en su esculpida piedra, para deleite y regocijo
nuestro. A lo mejor esa es su resignación. <<Para lo que hemos
quedado>>, pensará.
Cuántas
generaciones habrá visto su resignado gesto pasar enfrente de sus
narices ebrias de alegría y jolgorio. A cuántos quinceañeros habrá
visto con manos nerviosas subirle la falda a chiquillas dulces con
sandalias. Cuántos hemos sido los que hemos vomitado en la
casapuerta de su aposento, los que hemos hecho pis en alguno de sus
árboles con un ojo en el chorro y otro en el asfalto por si llegaba
la policía. Se acercan las navidades, y allí estará él, como
siempre, con mirada dócil y la figura afligida. Al menos mírenlo y
sonrían cuando pasen cerca suya, no sabemos cuál es el origen de su
tristeza. Y por favor, no le meen encima.
Foto: Diego Ximénez de Ayllón.
Buenas tardes, Abraham:
ResponderEliminarSoy un estudiante de Filología de la Universidad Complutense de Madrid. Estamos haciendo un trabajo de investigación sobre poetas de segundo (y tercer) orden del siglo XVI, es decir de aquellos que están bien muertos. Tras consultar algunas listas me interesé por nuestro amigo Diego Ximénez de Ayllón, quizás porque de todos era el que más muerto estaba. Creo que me dio pena, y por eso lo adopté.
Me he hecho con la poca información que hay de él en cualquier formato, hasta con el único estudio biográfico de su vida, una obra que se publicó en el Ayuntamiento de Cádiz y que hoy día se encuentra en una biblioteca de León y en algunas ciudades del norte de África (no preguntes).
Investigando di con tu relato, y me gustó mucho. Muestra de manera sublime lo olvidado que está el pobre don Diego, cómo todos nos lo hemos ido cargando durante siglos, poco a poco.
Pensé que podía empezar el trabajo haciendo alusión a tu artículo, y te escribía para pedirte permiso.
Además, no sé si sigues viviendo en Arcos, pero si es así y no es mucha molestia te agradecería me mandases otra foto de su estatua (la del artículo es muy oscura) y de su calle. Lo segundo lo puedes olvidar, si quieres, porque imagino que Arcos será una ciudad grande.
Nada más. Si en algún momento se te vuelve a despertar interés por el poeta arcense, cuenta conmigo para responder a cualquier duda. Ya soy todo un experto en él :)))
Un saludo!