Hoy es uno de esos días de mierda en los que sabes que todo va a
salir mal. Para empezar, en Hannover hace sol. Cuando aquí hace sol
las dudas acuden a ti como una borrasca, sabes que vas a salir a la
calle con una camiseta de manga corta y encima un jersey, prevés un
día apacible, tumbado en un césped leyendo a Cela u ocupando la
tarde en la majestuosa tarea de mirar un cuervo andar sobre el tapete
verde de la hierba. Pero cuando extiendes la manta y abres el libro
de Cela, o miras al cuervo, un viento helado se adueña de tu cogote.
Entonces ya intuyes que no hay remedio, que el frío se acoplará a
tus huesos y éstos se partirán por la mitad como una manzana ante
el mordisco de una serpiente, y te dices <<otra vez, Abraham,
no vales ni para estar escondido>>.
No vales ni para estar escondido es la frase que más han utilizado
mis allegados para referirse a mí. Con el tiempo, he tenido que
darles la razón. Soy de esa clase de personas a la que todo le sale
mal si en la tarea que tiene que llevar a cabo tiene que intervenir
la virtud de la maña, de esa clase de gente que asume que si
quisiera escaparse de la cárcel, fabricaría una pistola de jabón y
la colorearía con betún negro, y no caería en la cuenta, apuntando
con ella a dos guardias, de que cae un chaparrón descomunal y en la
mano, en vez de una falsa pistola, sólo hay espuma de jabón, como
le ocurre a Virgil Starkwell en Toma el dinero y corre, la
película de Woody Allen.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifw7ohvrEi2hVRTDt8WhQJOoaunYC2Hqc-SYRLMhxZ1ojd7dZdjlrOhli8oXT40zHX6hIKLnnUzL4IgQaJrQiIwWp_TFVfq1meg216HlUlvk0eMHcLIWeroL1jON7Ew4cuxwGZkl6bkf4/s1600/woody+allen+pistola.jpg)
Saberme nulo para realizar cualquier actividad donde haya que
involucrar la pericia, ya sea llenar un colchón hinchable, poner una
mosquitera en la ventana, colocar la bisagra que se sale de la puerta
o apretarle los tirantes del sujetador a Marian, me hace vivir alerta
por si se requirieran mis manos para alguna de esas urgencias.
Siempre envidié al Cuco, de hecho, cuando creía que era posible, yo
quería ser como el Cuco. El Cuco es de esos amigos de quienes te
sabes su número de móvil de memoria, que tienen la inhumana
habilidad de arreglar igual de rápido el motor de un coche que el
pomo de una puerta, que son capaces de arreglar las tuberías del
fregadero o, si se diera la ocasión, de colocarle a Marian a la
primera las tirantes del sujetador correctamente. Ansiaba la
templanza del Cuco para hacer todas esas cosas. El Cuco, obviamente,
fue el primero de nosotros en sacarse el carné del coche.
Un día, me dejó en sus manos la difícil tarea de recoger las hojas
que dormían en su piscina, mientras él arreglaba el tubo de escape
de su moto. Agarré el recogedor de superficies como el que empuña
una bayoneta, dispuesto a acabar con toda la mugre que se empeña en
vivir en las piscinas de la gente. Tras un largo rato evacuando hojas
muertas que pululaban apelotonadas por las turbias aguas cloradas,
comenzó la disputa con una hoja rebelde, que huía con gran
destreza, y se escabullía cada vez que introducía en el agua el
recogedor, ya fuera por la izquierda o por la derecha. Oí la moto
del Cuco arrancarse, probándose con su nueva cilindrada, haciendo un
gran estruendo en el vecindario, mientras yo, exhausto, seguía
obcecado con la dichosa hoja. No recuerdo bien cuánto tiempo estuve
luchando contra ella, sólo recuerdo que el Cuco se acercó, me quito
disimuladamente mi arma y me dijo <<déjalo, Abraham, ya lo
termino yo>>.
Publicado en Arcos Información (23/09/2016)
Publicado en Arcos Información (23/09/2016)
Foto: Toma el dinero y corre.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario!