No sabes cuándo llega. Ni siquiera adviertes que un día se
presentará el instante en el que te alcance el imprevisto. Mi madre,
obnubilada desde que tengo uso de razón por tenerlo todo bajo
control, siempre nos advertía a mis hermanos y a mí que había que
tenerlo todo recogido por si llegaban visitas inesperadas. Que no
creyeran que en la C/Corredera 59 vivían unos desaprensivos. Tenerlo
todo bajo control para mí es comer pipas bebiendo una Fosters
y mirando la infatigable lucha de una mosca para traspasar la
mosquitera. Claro que hay veces que el control de la situación se te
escapa de las manos, como cuando percibes que hay algo que te molesta
incansablemente. Estudias cuál es la causa que te distrae de la
importante tarea que te has encomendado en el día, y adviertes que
es el jodido pijama, que se pega a tu piel como el sudor. Te lo
quitas de encima con la ferocidad con que le quitarías la ropa a
Natalie Portman. Entonces el día recobra su orden. Incluso saludas
con naturalidad a tu novia que llega del trabajo y te pilla en esas:
mirando los cabezazos de una mosca sobre la tela fronteriza de tu
salón, comiendo pipas y en calzoncillos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf-fzTjfL4VxW2IJsGWjGSrEejKav0puSklI4e0NgtjIiBe49fLUANg6x6sDGBFGaGzuGBm4Lx_WNZu6L8xnia2YonSvYetv1iEPFggSEqz3F5u-UzlIcMO7v8mL_ixQbpsrllwBkMqZ4/s1600/Overboard_tura+27(1).jpg)
Los calzoncillos deben ser cuidados como un ejecutivo atiende su
traje de chaqueta. Habrá un momento en que las Fosters se
multipliquen por mil, y un amigo tuyo expondrá sus calzoncillos en
medio del bar, al que acompañará otro, y otro, y otro y otro, y por
ende tú también, con la euforia que le supones a John Lennon cuando
salió una vez a tocar en calzoncillos y con la taza de un váter
como collar en Hamburgo. No querrás que los de tu alrededor piensen
que eres un desvergonzado por llevar unos calzoncillos mal
planchados, quizás agujereados. Sólo otro amigo, hace unos días,
consiguió que se tambaleara un poco mi certeza sobre la necesidad de
llevar bien equipada la entrepierna. Estábamos en una discoteca, se
acercó a mí y me dijo <<mira qué calzoncillos más
horrorosos llevo>>. Yo le dije que no sabía adónde pretendía
ir con esos calzoncillos. <<¿Y si te llevas a la cama alguna
alemana, y te ve con esa temeridad?>>, le recalqué. <<Abraham,
si una alemana está conmigo en la cama y me ve en calzoncillos, ahí
ya hay poco que hacer>>, me contestó.
Foto: Overboard.
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