Paco estaba borracho y yo le iba a la caza. Era uno de esos días en
los que no había ocurrido nada, de esos días en los que la botella
aparece como un consuelo. En la calle había mucha gente porque se
celebraba una feria o algo así, después de tres chupitos de
Jägermeister era imposible recordar qué nos había llevado a tal
estado. Paco fue a mear, lo recuerdo nervioso, pero más nervioso lo
recuerdo a la vuelta, cuando se acercó rápido hacia a mí, me
agarró por los hombros y me dijo: <<Estaba meando y había una
mierda en el suelo, le he disparado con el pis hasta que la he
deshecho. Qué estúpido soy, Abraham, podría estar toda la vida en
esa situación>>.
Lo cierto es que no me pareció estúpido. De hecho, me pareció
alcanzar una lucidez sorprendente con aquel testimonio. La lucidez es
una virtud exclusiva a las cosas que parecen estúpidas, es una
chispa de la que sólo pueden dotarse personas como Paco y como las
madres. Mi madre era capaz, con una pregunta, de cambiarme todas las
intenciones. Por las tardes siempre me preguntaba <<Abraham,
¿quieres un bocadillo?>>, <<No me apetece mamá>>,
respondía yo para que me dejara en paz, <<no te va a
apetecer>>, ordenaba mi madre, y a los dos segundos incrustaba
entre mis manos un enorme bocadillo de nocilla. Todas las tardes era
capaz de engañarme con la misma pregunta.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_LxmUDfY8aqqJZMJuHjraygXIFAOZBpszYL2FZiC4IxSXiY0KL8Fbf4dSEcdABHgnvsk42F6gGeMMHMqQmu45Ogev7OSwrIyOJPItO0JSaA1hOoIeh-W5gUvmOb5zXIXIHRHjZCSFxGA/s1600/Louie.jpg)
<<Es que en los capítulos no ocurre nunca nada>>,
comentan algunos. Qué más da lo que ocurra, ¿acaso en nuestras
vidas ocurren cosas?, ¿alguien considera mayor acontecimiento ser
Enoch Thompson que ser un cuarentón cualquiera que tiene miedo al
dentista, que es depresivo cuando no están sus hijas o que busca a
un amor de la infancia con la que tuvo una relación fallida? Louie,
en cada frase que exhala, nos invita a reflexionar sobre los
problemas cotidianos, como el funcionamiento de los aeropuertos, la
educación de los hijos o la religión. Todo ese contenido está
inmerso en la serie. No es sólo que el personaje hable de cosas
estúpidas, es que ocurren muchas cosas.
Aparte, Louie nos lanza a las partes sombrías de nuestro salón con
un existencialismo duro. Detrás de cada carcajada hay un punto de
patada en los costados, de mueca resignada. Todos sabemos que esto es
una carrera cuesta abajo y Louie nos lo desgrana, a través de la
risa, para que no nos quepa ya ninguna duda. No voy a descubriros
nada nuevo, puesto que la serie se emite desde 2010 y yo acabo de
empezarla, pero os invito a que la desmenucéis tan tarde como yo lo
he hecho, porque es una de las imprescindibles. Recuerdo que hace
poco mi hermana me dijo que tenía mucha barriga. Yo, que ya había
empezado a ver la serie, pensé en contestarle con lucidez
aplastante, pero como ni soy mi amigo Paco ni una madre, sólo pude
acordarme de Louie, cuando en unos de sus monólogos dice: <<Nunca
me acosté con alguien por mi apariencia, en toda mi vida. Lo sé,
nunca gané nada por mi apariencia. No dices: “La estoy perdiendo,
¿qué voy a hacer ahora? Nunca me dio ventaja en la vida>>.
¿No es genial? A todos nos gustaría ser Louie.
Foto: Louie.